Para dejarte marchar

Llueve allá fuera. El viento sopla tan fuerte que arroja gotas de lluvia cual piedras hacia la ventana. El sonido crece a cada momento y la desesperación comienza a nublar mi memoria, porque también llueve aquí dentro, solo que las gotas se estrellan contra las ventanas de mi corazón.

Hace frío allá a fuera. Alcanzo a ver como finas partículas de hielo se agolpan en la ventana. Poco a poco van creando formas caprichosas que de pronto se me antojan como la historia de mis días. En estos momentos veo claramente una escena en blancos en donde me percibo corriendo por la calle, estoy en tu búsqueda. Finas y brillantes partículas de hielo escurren por mis mejillas mientras voy gritando tu nombre.

Un relámpago se estrella contra mi cara y me ha arrancado un grito que en estos momentos se me ocurre lastimero. Todo se ha tornado en luz y, poco a poco, alcanzo a percibir siluetas que danzan bajo la luz de una vela que intenta, sutilmente, recordarme que me encuentro en mi habitación, mientras mi mente me convence de que estoy en tus brazos. Entonces viajo y me encuentro en tu cuarto y siento que estoy en esa mañana de sábado cuando nos ocultamos y fingimos que nos habíamos casado. Una mentira que se me ocurrió tan verdadera como mis sueños de pasar contigo mi vida entera.

Llueve allá fuera, y tiemblo. De ti me despido, aunque mi corazón siga sufriendo, aunque mi alma grite tu nombre mientras duermo, aunque sepa que después de ti hay infierno. De ti me he de olvidar, mi memoria he de borrar, pero una marca en mi quedará para algún día hacerme recordar que hubo una vez que tuve que llorar para finalmente dejarte marchar.