Hoy tuve otro de esos sueños raros, en él me mudé a otra ciudad y renté un departamento.
Recuerdo que el edificio era blanco y formaba parte de un grupo de tres estructuras, cada una con estacionamiento y enrejado independiente.
Subí las escaleras y entré a mi nuevo hogar. Se trataba de un lugar espacioso y limpio, con muebles sencillos pero cómodos. Una puerta llamó mi atención, al abrirla descubrí que conectaba con un pasillo que servía de acceso para el staff de mantenimiento. Entré y avancé unos metros, a mi derecha unas escaleras bajaban hasta el primer piso y me llevaron ante tres enormes piscinas.
Para entonces el Sol estaba por ocultarse, pero avancé a pesar de que se me dificultaba un poco encontrar el camino, quería llegar hasta la última piscina y ver, no sé qué pensaba encontrar.
Para mi mala suerte, caí dentro de una de las piscinas que resultó estar en mantenimiento. Lo supe porque casi de inmediato mi cuerpo fue arrastrado hacia una bomba de succión en el fondo. Mi cabeza quedó atrapada, sentí que algo me arrancaba el aire y en mi mente un pensamiento me llenó de pánico y tristeza, me dije: “eso es todo, se acabó”.
Me sentí morir o supongo que así es como ha de sentirse.
Entonces, como una chispa, algo se encendió en mi mente y me pregunté: “¿Qué te pasa? ¿Por qué te has dado por vencido?”.
Así que junté lo que me quedaba, llevé mis brazos y piernas hasta la entrada de la bomba y las utilicé como palanca para liberar mi cabeza. Me estiré a la superficie, fue un esfuerzo increíble que parecía inútil, pues la mente se me escapaba. En el último momento logré asomar la nariz y boca, y tome una buena cantidad de aire. Fue como despertar de nuevo. Una segunda bocanada y tuve fuerzas para impulsarme hasta una orilla desde la cual pude salir de la alberca.
Cuando estuve fuera, en la orilla, empapado y templando; descubrí que una pareja de edad avanzada corría hasta mí. Estaban asustados, pero en sus ojos encontré sorpresa, tal vez era preocupación. Me ofrecieron una toalla, les dije que me encontraba bien, luego caminé de vuelta al departamento, temblando de pies a cabeza pero con la satisfacción de aquel que nunca se da por vencido.