Cuentos Fúnebres

Espera por mí, Sol

Una línea blanca comienza a dibujarse en el horizonte, ahora negro como el azabache. Falta poco para el amanecer. Es probable que...

Written by Eduardo Ferrón · 2 min read >

Una línea blanca comienza a dibujarse en el horizonte, ahora negro como el azabache. Falta poco para el amanecer.

Es probable que haya sido esta la noche más hermosa que haya vivido, no solo por la cantidad de estrellas en el firmamento o el clima agradable, sino por la armonía que se percibe. No hay un solo automóvil funcionando en las calles, ni peatones transitando o perros o gatos. Desde esta altura, da la impresión de que el tiempo se detiene. Una brisa fresca me acaricia el rostro y me convence de lo contrario.

Cuanto daría por que la vida fuera así de hermosa.

Hace mucho que abandoné mi búsqueda por la sociedad perfecta. Entonces tenía la idea de que la vida debía ser buena en alguna parte. Una vida en donde el dinero no fuera otra cosa, donde la amistad se firmara con sangre, y la hermandad fuera algo más valioso que el aire. Soñé muchas veces con despertar en un mundo donde la aflicción sea una palabra que nadie comprende; el hambre, parte de un mal chiste; y la pobreza, de algún cuento de ciencia ficción.

Miseria es lo único que he encontrado.

Hoy estoy cansado de soñar. Tengo los músculos engarrotados, como si todo este pesar lo trajera siempre a cuestas. Los ojos ya solo ven sombras, no queda nada de esa ilusión que incendiaba mi corazón. Los oídos están viejos, al punto que solo perciben murmullos de aquella historia que solía contarme. Los brazos están flojos y las piernas todas secas, siento que ya no puedo desplazarme.

Escucho a lo lejos el trinar de un ave. Que ingenua, la pobre, al pensar que algo bueno pudiera ocurrir ahora. Se escucha tan ansiosa, tan agitada, tan emocionada; si tan solo le pudiera gritar, le pediría que abriera los ojos y se posara sobre mi hombro. A donde voy, seguro hay lugar para dos.

A su canto se unen otros más. Es curioso como las aves, ya sea por instinto o por pura obstinación; participan en gloriosos cortejos destinados a darle la bienvenida al Sol. Brincan, cantan, lloran y bailan; como festejando el que una vez más el astro rey les proporciona su calor. Para ellos no hubo ayer, todo lo que importa es hoy. Me pregunto en que momento, nosotros, el hombre, dejamos de rendir estos tributos y comenzamos a pensar en cosas triviales. En qué momento dejamos de pensar en la vida y comenzamos a pensar en como vivirla.

Pero eso ya no me importa.

No quiero pensar en mis numerosos proyectos, por que se me llenan de lágrimas la camisa y el pantalón. Allá abajo, tras una ventana hundida en las sombras, está mi escritorio, guarida de mis ideas y confidente de mi ilusión. Ha sido el único que me ha escuchado y, aunque nunca me respondió, formó parte del inicio de todo. Realmente el único que siempre me apoyó. Tal vez pueda regresar algún día para contarle lo que habré de encontrar al final de mi expedición.

El cielo se torna azul.

Ese color siempre me agradó. En ocasiones solía imaginar que, apenas con un salto, mi cuerpo remontaba el viento. Solía dejar esta tierra y adentrarme en la inmensidad del mar celestial, atravesando las nubes, partiendo el ozono en dos con apenas la punta de mis manos, sintiendo que la tierra tiraba de mis piernas hasta que el cansancio se apoderaba de ella y me dejaba marchar. Solía mirar hacia atrás, una lágrima brotaba de mis ojos tras observar la belleza del planeta y darme cuenta de lo mucho que sacrificaba por llegar hasta el Sol.

El Sol, siempre radiante, ahora extiende sus brazos para alcanzarme. Uno de sus dedos toca mi frente, me acaricia, me entiende. Nos comunicamos. Me da la bienvenida, me dice que me espera, que no tarde más.

Tengo que hacerlo ahora, no puedo esperar a que la gente despierte, que salga a la calle y me encuentre acá arriba. Que intenten convencerme de que no vale la pena, que debo quedarme, que la vida es buena. Pero yo ya no sé como decirles o explicarles. Ya ni siquiera puedo convencerles. Ellos no entienden o no escuchan.

Debo irme ahora, aprovechando que hay paz, que la tierra luce hermosa, que mi pecho está extasiado por la idea del viaje.

Espera por mí, Sol, ya estoy en camino.

Fotografía original por Roddy Addington ©
Written by Eduardo Ferrón
Desarrollo software, tomo fotografías y escribo pequeñas mentiras. En este sitio publico algunas de ellas y platico sobre mis muchos libros que algún día terminaré y publicaré. Profile

El más puro amor

Eduardo Ferrón in Cuentos Fúnebres
  ·   2 min read

4 Replies to “Espera por mí, Sol”

  1. “En qué momento dejamos de pensar en la vida y comenzamos a pensar en como vivirla.”
    Memorable.

  2. Es verdad, y lo mismo observo con otros seres. Momo, por ejemplo, parece hacerlo más feliz que haya suficientes croquetas en su plato, que tener un plato bonito y super práctico.

  3. a veces hay dias en los ke yo tambien kisiera desaparecer…. y kisiera solo sentir ke comienzo a flotar y desaparecer entre las nuves y volverme solo eso un poco de humo en el cielo……te amo hermanito…joy

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