El gigante mira por tercera ocasión al pato de hule y le grita desesperado: “¡No soy tu juguete!”. Se revisa los brazos, recorriendo con la vista cada centímetro de piel, tratando de encontrar una tuerca, un cordel o un poco de pintura. Posteriormente, examina su pecho, cadera y cintura, para rematar con los pies. “¡Te lo dije pero no me haces caso, eres muy necio, no soy tu juguete!”. Toma al pato de hule y lo arroja tan lejos como puede. Mientras vuela, el pato gira lentamente y cae acrobáticamente en el centro de un estanque. El gigante lo observa brevemente y se aleja hasta perderse en el horizonte.