Hoy estuve en una de esas situaciones imposibles, donde no puedes ser otra cosa sino el espectador de una serie de eventos en donde te encuentras involucrado, y donde hagas lo que hagas, el resultado siempre estará fuera de tu control.
Llegaba al estacionamiento, el cual tiene una entrada angosta. Media calle antes prendí mis luces intermitentes y me enfilé con cuidado a la entrada. El auto de atrás venía con prisa, no me queda duda, pues se detuvo a escasos centímetros de mi auto. Del lado del estacionamiento, un auto cargado con monjas intentaba salir. Ellos no podían verse, solo yo veía a ambos.
Le hice señas a la monja al volante, tratando de hacerle entender que no podía mover el auto. Al mismo tiempo intentaba que el auto de atrás tuviera paciencia, o se moviera.
Al final ambos lo hicieron al mismo tiempo. Las monjas hicieron a un lado el auto con una cara de fastidio o molestia, mientras que el otro se echaba para atrás para tomar el otro carril, no sin antes gritarme un par de majaderías.
Yo, en medio, sin poder hacer otra cosa mas que observar y hacerme a un lado tan pronto me dieran oportunidad.
Lo que es mas curioso aún, es que estoy seguro que ni las monjas ni el otro gandaya estuvieron conscientes de su existencia.