– ¿Por qué tienes todas esas cosas contigo? –me pregunta un amigo, cuando saco de la mochila unas pastillas de paracetamol.
Hace unos días reflexionaba sobre el por qué cargo con una mochila todo el tiempo. Conforme pasan los años, esta se ha vuelto más pequeña y fácil de transportar, y traigo desde mi iPad hasta hilo dental. Incluso me he llegado a identificar con una tortuga, siempre con la casa a cuestas.
– Porque no me gusta estar ante una situación como esta y no poder hacer algo al respecto –respondí un día.
Entonces lo supe, aún soy un “Scout”.
Cuando era pequeño, mi madre nos llevaba a la iglesia los sábados donde había un grupo de “Boy Scouts”. Los encargados eran muy dedicados, recuerdo que asistíamos con gusto y nos divertimos un montón.
– ¡Manada manada manada! –gritó una vez el líder de los lobatos.
– ¡Tu hermana! –respondió un niño y le costó un buen castigo, pero todos reímos mucho.
Muchos años después me encontré estudiando en un internado en México, donde el movimiento Scout estaba muy avanzado. Asistí a muchas sesiones, aunque eventualmente perdí el interés. Aún conservo mi última camisola y pañuelo, aunque ya todo lo demás se ha perdido.
Resulta curioso verme ahora con un mini kit de supervivencia a un costado, recorriendo las calles de la ciudad.
Si tan solo tuviera súper poderes…