Hace algunos días Max estuvo quejándose mucho, daba la impresión de que estaba triste. A pesar de que trabajo muchas horas al día, trato de darle su espacio y salir a pasear con él cuando menos el domingo. Sin embargo, esta vez incluso después del paseo, su comida favorita, apapachos y demás; al llegar la tarde seguía quejándose de algo. Entonces me preocupó que pudiese ser algo más grave.
Fuimos de visita con el médico y le hizo una revisión completa. Muy completa. Todo parece indicar que está bien, sano y fuerte, pero la edad comienza a pesarle.
Max está por cumplir doce años. Para un perro eso es bastante, es como tener unos cincuenta y tantos años de los nuestros. Hemos pasado tanto tiempo juntos, que no concibo la idea aún de que llegará el día en el que deba de despedirme de él. Aunque nada está escrito, podría irme antes.
Desde entonces, cada vez que lo observo vienen a mi mente muchas escenas del pasado, como cuando lo recibimos en casa, cuando mi familia decidió deshacerse de él y tuve que encontrarle un hogar temporal, cuando finalmente conseguí una casa y Max fue a vivir conmigo. Los paseos, las peleas, las discusiones que tuvimos. Los problemas en mi vida reflejándose con él, etc.
Ahora Max es viejo.
Ahora somos como dos viejos lobos, sobreviviendo y disfrutando de lo que nos da la vida.