Hoy cumple un mes que he cambiado de empleo. La transición fue complicada, como ya les he comentado en otras ocasiones, pero va dando un resultado bastante agradable.
Hay algunas cosas que no cambian, por ejemplo en el trabajo anterior solía llegar los lunes y saludaba a todos y todos me cuasi-saludaban. Se debía, en efecto, a la cuesta de Lunes. Tal vez nadie tiene ganas de hablar entonces, es tan desagradable ir a trabajar en lunes que todos prefieren que los dejen en paz.
Yo solía burlarme del asunto, no porque soy inmune a los efectos de San Lunes, sino porque es gracioso observarlos.
Ahora también lo hago, aunque a mis camaradas haya que sacarles las palabras a golpes.
Es curioso como nadie quiere estar en la oficina el lunes, sin embargo todos se presentan porque no tienen una alternativa mejor. Me pregunto si ocurrirá algo similar con los dueños de las empresas.
“No mi vida, hoy la venta de tortillas se puede ir a casa de la…”
Cuando logre tener una oficina, instituiré que los lunes no se trabaja. Es inhumano. En cambio, trabajaremos de martes a sábado.
¿Quién se apunta?
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