Hace unos días platicaba con un amigo que mencionaba algo acerca de que había descubierto haberse vuelto coleccionista de “headsets” (diademas para la computadora). Era verdad, de momento ya contaba con cuatro diferentes en la oficina. Ese día me puse a pensar si había adquirido yo alguna colección sin que me diera cuenta.
Años atrás coleccioné bolígrafos. Los tenía de diversas formas y colores, de los simples y de los caros, el único requisito era que fuese regalado. De alguna manera las personas que me conocían sabían de esta afición y me traían como obsequio cuanto bolígrafo se les atravesaba en el camino. Mi madre trabajaba como ejecutivo de ventas para una compañía de electrodomésticos, por lo que los bolígrafos de la marca me sobraban. Llegué a tener tantos, que luego ya no sabía que hacer con ellos.
Un día me mudé de casa y tuve que despedirme de muchas cosas, entre ellas de mi colección. Al principio de dolió deshacerme de algo que me había tomado años en reunir, pero cuando decidí conservar aquellas que trabajaran mejor (que pintaran más bonito), cambié de opinión. Ninguna funcionó.
Me sentí defraudado, de alguna manera no me detuve a pensar en ningún momento sobre la vida útil de estas cosas, ni de lo que haría después con ellos. De pronto me parecieron un enorme montón de basura.
Los tiré todos a la basura.
A partir de entonces, tengo una temporada cada no se cuanto tiempo en donde comienzo a deshacerme de cosas que ya no sirven. Con lo aprensivo que soy, es un proceso delicado, pero hay que aprender a echar la basura fuera.
Esto mismo puede aplicarse a nuestra cabeza. Uno puede quedarse con ideas viejas, tal vez equivocadas, sobre muchas cosas y nunca darse cuenta. Uno puede coleccionar estos cacharros y pudrirse por dentro sin notarlo. Nos volvemos como viejos depósitos de autos, cuyos metales oxidados ya no son de gran utilidad.
Tenemos que limpiar nuestras ideas de vez en cuando.
Finalmente, me quedé pensando por unos días en lo que me comentó mi amigo. No lo había notado antes, pero me descubrí con el deseo de comprar un nuevo juego de audífonos, esta vez para utilizarlos con mi teléfono móvil. Entonces caí en la cuenta de que tengo cierta fascinación por ellos. Tengo ocho diferentes y ya planeaba comprarme unos nuevos. Aún así los compré, están muy buenos, pero me quedé con la idea de comprar más adelante otros que me pueden servir para otra cosa que tengo en mente.
Ni hablar, buena le va a quedar al amigo que esté cerca el día que decida deshacerme de ellos.
Yo seguido cambio cosas, no se porque. Siempre estoy moviendo los muebles o pintando cosas de diferentes colores. Seguido limpio cajones y closets porque me empiezo a sentir que me asfixio con tanta cosa. Se siente bien deshacerse de aquello que nada mas esta ocupando espacio y no te trae ningun beneficio. Al final del dia cosas solo son eso, cosas, y solo traen gozo por un tiempo corto. 🙂
También me pasa por acá, llega un momento que ya no puedo ni pensar. ¡Tengo que cambiar algo! David dice que estoy guardando mucha basura, tal ves sea ya momento de hacer una limpieza de invierno 🙂